La Estación Espacial Internacional (ISS), todo un ejemplo de la cooperación internacional en el ámbito de la investigación espacial –nació fruto de un histórico acuerdo firmado hace veinticinco años por Bill Clinton y Boris Yeltsin–, acaba de cumplir veinte años. Dos décadas de operaciones con muchos éxitos y también, lógicamente, de incidentes inesperados.
Precisamente la revista científica BMC Microbiology acaba de publicar un estudio llevado a cabo por científicos del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA (JPL, por sus siglas en inglés) acerca de cinco pequeños inquilinos que se han encontrado en la ISS: son cepas de la bacteria Enterobacter, similares a organismos infecciosos recién descubiertos en determinados entornos hospitalarios, que se aislaron en el inodoro espacial y la plataforma de ejercicios en marzo de 2015, como parte de un esfuerzo más grande para caracterizar las comunidades bacterianas que viven en las superficies dentro de la estación espacial.
Según dicha investigación, estas cepas no han resultado patógenas para los humanos hasta ahora, pero los investigadores sí creen que deberían estudiarse más a fondo por su posible repercusión en futuras misiones.
Con el objetivo de identificar estas especies de Enterobacter y conocer en detalle la composición genética de las cepas individuales, los científicos llevaron a cabo una comparación de los genomas de estas con los disponibles de 1.291 cepas de Enterobacter recolectadas en la Tierra. “Para determinar con detalle qué especies de bacterias estaban presentes en la ISS, usamos varios métodos para caracterizar sus genomas”, explica Kasthuri Venkateswaran, investigador científico del Grupo de Biotecnología y Protección Planetaria del JPL y uno de los autores del estudio.